miércoles, 13 de enero de 2016

... pero si la gratuidad no existe.

Entre tanta tontera que prolifera por las redes, me ha parecido interesante destacar una que a primera vista resulta hasta sensata en su persecución del bien común. Debido a que tres cadenas de farmacias importantes, atropellando e ignorando por completo las leyes básicas del mercado, se coludieron para manejar o tratar de manejar los precios con el objeto de repartirse una torta más grande y sin competencia (para los que no saben, esto no es el modelo de libre mercado, es exactamente lo opuesto), originado sin duda alguna por los febles controles que el Estado debiera tener para preservar la libre competencia (expresión aborrecida por las autoridades actuales, porque cuando se compite hay unos que ganan y otros que pierden y eso va en contra de la famosa "igualdad"), resulta que a un genial alcalde se le ocurre que la municipalidad puede, es más, debe instalar una farmacia que otorgue a la ciudadanía precios con un margen mucho menor que las farmacias comerciales establecidas y se les da, obviamente, el estigmatizador socialistoide nombre de “popular”. 

Muchos aplauden la iniciativa, muchos alcaldes llaman a reuniones extraordinarias a sus asesores para generar nuevas ideas que les permitan destacar y tener su segundo de TV por su aporte extraordinario a la comunidad que pretenden dirigir y de paso, también, desviar un poco la atención de las muchas investigaciones por probidad que les están alcanzando. No será de extrañar, por tanto, que habrá en el futuro muchas farmacias populares vendiendo medicamentos a precios de rebaja y que deberán abastecer a la comunidad municipal. Ciertamente deberán hacerlo sin fallas, deberán contar con locales debidamente autorizados y pagar sus patentes municipales, creo que también deberán contratar a los dos químicos farmacéuticos que exige la ley y al personal que atiende la farmacia deberán pagarle excelentes sueldos sin incentivos perversos. Claramente deberán contar con un gerente, un jefe de adquisiciones que compre medicamentos a los laboratorios privados cuando Cenabast no cuente con ellos. Y deberán hacerse responsables ante las farmacias tradicionales de hacer justamente lo contrario a lo que predican, es decir, actuar en contra de la libre competencia en condiciones que sólo los favorecen a ellos y por tanto van en contra de la igualdad ante la ley.  

Al final, y tomen palco por favor, este cuento puede llegar a ser entretenido y hasta poder funcionar en algunos casos. Hoy apareció otro brillante alcalde al que se le ocurrió abrir un supermercado popular…con precios casi al costo…

Entonces ahí es cuando digo, y por qué no una carnicería….por qué no una estación de servicio con bencina barata o tal vez un par de cines populares (que evidentemente inicie sus funciones con el Acorzado Potemkin), o mejor gimnasios populares con personal trainers gratis (o casi gratis). Lo cierto es que podrían incursionar en todos los ámbitos comerciales para entregar beneficios a los más necesitados, pero lo cierto es que escasamente hacen bien su pega de gobierno comunal: hay dificultades con la basura, los trámites son burocráticos y los pagos abusivos, las calles de muchas comunas están llenas de hoyos, no ayudan a los más necesitados, tienen malos colegios en condiciones higienicas deplorables, son malos patrones de los profesores y muchas otras verdades que da pena mencionar. 

Éste es el mundo al revés, la gente compra la gratuidad y la gratuidad no existe, pues alguien tiene que pagarles el sueldo a los alcaldes, a los 180.000 funcionarios truchos que contrató la vieja, diputados, senadores, profesores de las universidades gratuitas, los viajes de los honorables y obviamente  los caprichos de la innombrable.


Pastelero a tus pasteles y que el Estado de una vez por todas cumpla su rol contralor y defensor de lo único que ha hecho de este país capaz de salir adelante: el mercado y la competencia.


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