Entre tanta
tontera que prolifera por las redes, me ha parecido interesante destacar una
que a primera vista resulta hasta sensata en su persecución del bien común.
Debido a que tres cadenas de farmacias importantes, atropellando e ignorando por
completo las leyes básicas del mercado, se coludieron para manejar o tratar de
manejar los precios con el objeto de repartirse una torta más grande y sin
competencia (para los que no saben, esto no es el modelo de libre mercado, es exactamente lo
opuesto), originado sin duda alguna por los febles controles que el Estado
debiera tener para preservar la libre competencia (expresión aborrecida por las
autoridades actuales, porque cuando se compite hay unos que ganan y otros que
pierden y eso va en contra de la famosa "igualdad"), resulta que a un genial
alcalde se le ocurre que la municipalidad puede, es más, debe instalar una
farmacia que otorgue a la ciudadanía precios con un margen mucho menor que las
farmacias comerciales establecidas y se les da, obviamente, el estigmatizador
socialistoide nombre de “popular”.
Muchos aplauden la iniciativa, muchos
alcaldes llaman a reuniones extraordinarias a sus asesores para generar nuevas
ideas que les permitan destacar y tener su segundo de TV por su aporte
extraordinario a la comunidad que pretenden dirigir y de paso, también, desviar
un poco la atención de las muchas investigaciones por probidad que les están
alcanzando. No será de extrañar, por tanto, que habrá en el futuro muchas
farmacias populares vendiendo medicamentos a precios de rebaja y que deberán
abastecer a la comunidad municipal. Ciertamente deberán hacerlo sin fallas,
deberán contar con locales debidamente autorizados y pagar sus patentes
municipales, creo que también deberán contratar a los dos químicos
farmacéuticos que exige la ley y al personal que atiende la farmacia deberán
pagarle excelentes sueldos sin incentivos perversos. Claramente deberán contar
con un gerente, un jefe de adquisiciones que compre medicamentos a los
laboratorios privados cuando Cenabast no cuente con ellos. Y deberán hacerse
responsables ante las farmacias tradicionales de hacer justamente lo contrario
a lo que predican, es decir, actuar en contra de la libre competencia en
condiciones que sólo los favorecen a ellos y por tanto van en contra de la
igualdad ante la ley.
Al final, y tomen palco por favor, este cuento puede llegar a ser entretenido
y hasta poder funcionar en algunos casos. Hoy apareció otro brillante alcalde al que se le ocurrió abrir un supermercado
popular…con precios casi al costo…
Entonces ahí es cuando digo, y por qué no una carnicería….por qué no una estación de
servicio con bencina barata o tal vez un par de cines populares (que
evidentemente inicie sus funciones con el Acorzado Potemkin), o mejor gimnasios
populares con personal trainers gratis (o casi gratis). Lo cierto es que
podrían incursionar en todos los ámbitos comerciales para entregar beneficios a
los más necesitados, pero lo cierto es que escasamente hacen bien su pega de
gobierno comunal: hay dificultades con la basura, los trámites son
burocráticos y los pagos abusivos, las calles de muchas comunas están llenas de
hoyos, no ayudan a los más necesitados, tienen malos colegios en condiciones
higienicas deplorables, son malos patrones de los profesores y muchas otras
verdades que da pena mencionar.
Éste es el mundo al revés, la gente compra la
gratuidad y la gratuidad no existe, pues alguien tiene que pagarles el sueldo a
los alcaldes, a los 180.000 funcionarios truchos que contrató la vieja, diputados, senadores, profesores de las universidades
gratuitas, los viajes de los honorables y obviamente
los caprichos de la innombrable.
Pastelero a
tus pasteles y que el Estado de una vez por todas cumpla su rol contralor y
defensor de lo único que ha hecho de este país capaz de salir adelante: el
mercado y la competencia.