miércoles, 6 de mayo de 2015

Reforma educacional, reforma constitucional. Generalidades pelotudas.

Hacía tiempo que no tenía ganas de escribir, porque la verdad sea dicha, tenía rabia. La rabia es mala consejera y deriva en un juzgamiento extremo que es, a veces, poco  explicable. Sin más, queda claro de no voy a hablar de la escandalera de corrupción, abuso de poder y deshonestidad institucionalizada mostrada por la totalidad de la mal llamada “clase” (porque no la tienen) política.
Hablaré de dos temas que se tocan en la manera de ser planteados y que merecen más de algún comentario. El primero es la reforma educacional donde todo se ha basado en el concepto de gratuidad y acceso universal a la misma. Se habla de mejorar la “calidad” de la educación pero hasta ahora nadie ha sido capaz de definir, ni siquiera de manera general, qué entenderemos por calidad de educación, ni menos aún el contenido preciso de lo que se va a entregar para mejorarla. ¿Qué podrá esperar un padre? ¿que el establecimiento educacional donde asiste su hijo le entregue como herramientas efectivas de desarrollo que impacten positivamente en su calidad de vida futura? ¿Los niños saldrán de cuarto medio hablando y leyendo, al menos, inglés? ¿Serán al término de sus estudios  capaces de conocer, también al menos, el doble de palabras de las que actualmente conocen? ¿Serán, tal vez, capaces de sumar, multiplicar y dividir? ¿Conocerán, al menos someramente, algo su historia para entender medianamente su devenir en el tiempo? ¿Los profesores serán efectivamente capaces de entregar instrucción con sentido? ¿Serán nuestros hijos (o nietos, en mi caso) capaces de hablar en público sin tartamudear, ni balbucear? ¿Podremos efectivamente evaluar a los profesores? ¿Habrá un régimen disciplinario, acorde con los tiempos, capaz de permitir la entrega de conocimientos en el aula? ¿Cómo se erradicará los principios de delincuencia que son pan de todos los días en los liceos públicos de poblaciones vulnerables? ¿Se inculcará a los niños el respeto por valores patrios, por valores de honestidad, verdad, trabajo, esfuerzo y competencia sana? ¿Se exigirá a los profesores una entrega de conocimientos sin matices ideológicos? ¿Se buscará que los alumnos generen su propia visión informada objetiva del mundo no teñida de las creencias de los profesores? En el ámbito de la educación superior gratuita... ¿cuántas veces deberemos financiar una carrera a un estudiante, si fracasa en el intento? ¿qué carreras serán financiadas y por qué? Y, créanme, hay muchas preguntas más.

Pero peor aún… ¿por qué no se responde la principal pregunta macro? Tan concreto como qué necesita el país de ahora a 25 años más? qué tipo de profesionales, qué clase de ciudadanos, qué tipo de hombres y mujeres requiere este país para seguir una senda de desarrollo de la calidad de vida de cada uno de sus hijos. A esto, ni a lo anterior, hay respuesta y seguimos a ciegas corriendo el riesgo de caernos al precipicio muchas veces. Lo peor de todo es que esta reforma ya fue aprobada y lo único que realmente sabemos es que el  monto asignado para ésta pareciera que no va a alcanzar para financiarla completamente.
Ahora nos encontramos con que la autoridad máxima (innombrable para mí), para desviar seguramente la atención de los “problemitas” familiares e institucionales que le aquejan (de esos que se entera por la prensa), promueve un estado de “proceso constituyente”, donde entendemos que a través por un sistema participativo, la nación completa podrá generar una nueva o mejor Constitución. Yo me pregunto ¿Cuál parte de la constitución actual hay que modificar? ¿Qué capítulos? ¿Por qué? Aquellos “amarres” que habría dejado el gobierno militar, ya los han sacado hace rato. El binominal, lo sacaron recientemente. ¿Qué queda por modificar? ¿El que Chile sea una nación unitaria presidencialista? ¿Se modificará algo en relación a las libertades individuales? ¿El derecho de propiedad? ¿Las atribuciones del presidente de la República? ¿Los estados de excepción constitucional? ¿Las materias de Ley (pretenderán gobernar por decretos como el Chicho)? ¿La autonomía del Banco Central? ¿Qué quieren cambiar?
Con Francisco nos hemos tomado el trabajo de leer nuevamente nuestra Constitución actual y siendo completamente honestos, no hemos encontrado en ella germen alguno de problemas trascendentales para la vida de los chilenos. Esto es OTRA FARSA. Sin embargo, no podemos olvidar que los sistemas de izquierda de origen marxista SIEMPRE, tarde o temprano, en virtud del llamado bien común, tienden a limitar las libertades individuales, especialmente las de libre expresión y el derecho a la propiedad privada limitando la posibilidad de lucrar con dicha actividad. En otras palabras, buscando la llamada igualdad que en esos regímenes sólo se logra igualando para abajo y destruyendo la capacidad de los individuos de desarrollarse plenamente.
Otra pomada que nos quieren vender, nunca muestran las cartas completas, siempre son cantos de sirena. ¿Qué pensará la señora de la esquina que votó por la innombrable, que no entiende aún lo corrupto de su gobierno y familia, y que le dicen hoy que podrá modificar, o mejor, ser parte de la creación de una nueva constitución? ¿Creerá que su situación personal va a mejorar de alguna manera, que tendrá más y mejor salud, que tendrá mejor jubilación, que habrá más trabajo y mejor remunerado? Cuán ingenuos pueden ser algunos que no quieren ver más allá de su nariz.
Es por esto que exijo con mucha fuerza, con la fuerza del ciudadano común, que se nos diga de una buena vez qué se pretende modificar, específicamente, de la constitución y el cómo realmente van a mejorar la educación.

Déjense de generalidades pelotudas y muestren de una vez por todas las cartas, que no todos somos tontos y  la paciencia tocó limite.