Hacía tiempo que no tenía ganas de escribir, porque la
verdad sea dicha, tenía rabia. La rabia es mala consejera y deriva en un
juzgamiento extremo que es, a veces, poco explicable. Sin más, queda
claro de no voy a hablar de la escandalera de corrupción, abuso de poder y
deshonestidad institucionalizada mostrada por la totalidad de la mal llamada
“clase” (porque no la tienen) política.
Hablaré de dos temas que se tocan en la manera de ser
planteados y que merecen más de algún comentario. El primero es la reforma
educacional donde todo se ha basado en el concepto de gratuidad y acceso
universal a la misma. Se habla de mejorar la “calidad” de la educación pero
hasta ahora nadie ha sido capaz de definir, ni siquiera de manera general, qué
entenderemos por calidad de educación, ni menos aún el contenido preciso de lo
que se va a entregar para mejorarla. ¿Qué podrá esperar un padre? ¿que el
establecimiento educacional donde asiste su hijo le entregue como herramientas
efectivas de desarrollo que impacten positivamente en su calidad de vida
futura? ¿Los niños saldrán de cuarto medio hablando y leyendo, al menos,
inglés? ¿Serán al término de sus estudios capaces de conocer, también al
menos, el doble de palabras de las que actualmente conocen? ¿Serán, tal vez,
capaces de sumar, multiplicar y dividir? ¿Conocerán, al menos someramente, algo
su historia para entender medianamente su devenir en el tiempo? ¿Los profesores
serán efectivamente capaces de entregar instrucción con sentido? ¿Serán
nuestros hijos (o nietos, en mi caso) capaces de hablar en público sin
tartamudear, ni balbucear? ¿Podremos efectivamente evaluar a los profesores? ¿Habrá
un régimen disciplinario, acorde con los tiempos, capaz de permitir la entrega
de conocimientos en el aula? ¿Cómo se erradicará los principios de delincuencia
que son pan de todos los días en los liceos públicos de poblaciones
vulnerables? ¿Se inculcará a los niños el respeto por valores patrios, por
valores de honestidad, verdad, trabajo, esfuerzo y competencia sana? ¿Se
exigirá a los profesores una entrega de conocimientos sin matices ideológicos?
¿Se buscará que los alumnos generen su propia visión informada objetiva del
mundo no teñida de las creencias de los profesores? En el ámbito de la
educación superior gratuita... ¿cuántas veces deberemos financiar una carrera a
un estudiante, si fracasa en el intento? ¿qué carreras serán financiadas y por
qué? Y, créanme, hay muchas preguntas más.
Pero peor aún… ¿por qué no se responde la principal
pregunta macro? Tan concreto como qué necesita el país de ahora a 25 años más? qué
tipo de profesionales, qué clase de ciudadanos, qué tipo de hombres y mujeres
requiere este país para seguir una senda de desarrollo de la calidad de vida de
cada uno de sus hijos. A esto, ni a lo anterior, hay respuesta y seguimos a
ciegas corriendo el riesgo de caernos al precipicio muchas veces. Lo peor de
todo es que esta reforma ya fue aprobada y lo único que realmente sabemos es
que el monto asignado para ésta pareciera que no va a alcanzar para
financiarla completamente.
Ahora nos encontramos con que la autoridad máxima
(innombrable para mí), para desviar seguramente la atención de los “problemitas”
familiares e institucionales que le aquejan (de esos que se entera por la
prensa), promueve un estado de “proceso constituyente”, donde entendemos que a
través por un sistema participativo, la nación completa podrá generar una nueva
o mejor Constitución. Yo me pregunto ¿Cuál parte de la constitución actual hay
que modificar? ¿Qué capítulos? ¿Por qué? Aquellos “amarres” que habría dejado
el gobierno militar, ya los han sacado hace rato. El binominal, lo sacaron
recientemente. ¿Qué queda por modificar? ¿El que Chile sea una nación unitaria
presidencialista? ¿Se modificará algo en relación a las libertades
individuales? ¿El derecho de propiedad? ¿Las atribuciones del presidente de la República?
¿Los estados de excepción constitucional? ¿Las materias de Ley (pretenderán
gobernar por decretos como el Chicho)? ¿La autonomía del Banco Central? ¿Qué
quieren cambiar?
Con Francisco nos hemos tomado el trabajo de leer
nuevamente nuestra Constitución actual y siendo completamente honestos, no hemos
encontrado en ella germen alguno de problemas trascendentales para la vida
de los chilenos. Esto es OTRA FARSA. Sin embargo, no podemos olvidar que los sistemas
de izquierda de origen marxista SIEMPRE, tarde o temprano, en virtud del
llamado bien común, tienden a limitar las libertades individuales,
especialmente las de libre expresión y el derecho a la propiedad privada
limitando la posibilidad de lucrar con dicha actividad. En otras palabras,
buscando la llamada igualdad que en esos regímenes sólo se logra igualando para
abajo y destruyendo la capacidad de los individuos de desarrollarse plenamente.
Otra pomada que nos quieren vender, nunca muestran las
cartas completas, siempre son cantos de sirena. ¿Qué pensará la señora de la
esquina que votó por la innombrable, que no entiende aún lo corrupto de su
gobierno y familia, y que le dicen hoy que podrá modificar, o mejor, ser parte
de la creación de una nueva constitución? ¿Creerá que su situación personal va
a mejorar de alguna manera, que tendrá más y mejor salud, que tendrá mejor
jubilación, que habrá más trabajo y mejor remunerado? Cuán ingenuos pueden ser
algunos que no quieren ver más allá de su nariz.
Es por esto que exijo con mucha fuerza, con la fuerza
del ciudadano común, que se nos diga de una buena vez qué se pretende
modificar, específicamente, de la constitución y el cómo realmente van a
mejorar la educación.
Déjense de generalidades pelotudas y muestren de una
vez por todas las cartas, que no todos somos tontos y la paciencia tocó
limite.